Unas gotas de fresca agua
sobre mi remoto prado
que, ya tan pisoteado
por la gente que te busca,
tiene silenciosos pájaros
que de noche vuelan bajo
entre ramas rotas, mustias.
Brillan dos toritos negros,
con la lluvia plateados,
que se mueven agitados
iluminando mi cielo:
el ruiseñor y su canto,
arroyo con árbol claro
en tu mirada de miedo.
De Siempre. DAMIÁN GÓMEZ SARMIENTO
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